Las terapias asistidas con perros y sus aplicaciones en psicología.
En el ámbito de la psicología, los perros de terapia se consideran valiosos aliados debido a su notable capacidad de entablar vínculos afectivos con los seres humanos. Estos animales ofrecen consuelo y apoyo incondicional, lo que les permite desempeñar funciones terapéuticas significativas en las intervenciones dirigidas a pacientes con trauma complejo. A través de su presencia cálida y reconfortante, los perros de terapia brindan oportunidades para disminuir la ansiedad, regular las emociones y fomentar un sentido de seguridad en el paciente.
La interacción con un perro, en un contexto terapéutico puede facilitar el desarrollo de habilidades de conexión, simpatía y confianza, las cuales pueden ser transferidas posteriormente sus relaciones interpersonales. Además, los perros contribuyen a la regulación emocional de los pacientes, en colaboración con el el terapeuta, quien instruye a las personas en la práctica de la atención plena, la regulación de la respiración y la percepción de las señales emocionales derivadas de experiencias traumáticas pasadas.
Investigaciones han demostrado que la interacción positiva con un perro reduce los niveles de cortisol, una hormona asociada al estrés, y aumentan la liberación de oxitocina, que se relaciona con el vinculo social y el bienestar. en consecuencia, estas interacciones contribuyen a la reducción del estrés y la ansiedad en los pacientes.
En su obra "Psicoterapia infantil asistida por animales", el Doctor Boris Levinson describe las múltiples ventajas de integrar caninos en las sesiones de psicoterapia dirigidas a niños y adolescente, especialmente aquellos provenientes de entornos familiares disfuncionales con escasa estimulación intelectual y afectiva. En este contexto puede ser que la presencia "neutral" del terapeuta sea percibida como amenazadora por estos jóvenes pacientes (Levinson, 1995)
Las las funciones del perro de en la psicoterapia se pueden categorizar de la siguiente manera: actúa como objeto transicional, facilita el contacto físico, proporciona afecto y aceptación incondicional, y ofrece al terapeuta un medio para aproximarse a aquellos niño que manifiestan desconfianza hacia él. Además, permite al profesional observar las dinámicas relacionales del niño con un ser en quien confía.
Muchos niños con trastornos emocionales requieren la posibilidad de establecer un contacto físico no amenazante; actividades como abrazar o acariciar un perro de terapia pueden cumplir este propósito. Estos animales también funcionan como facilitadores de la expresión de sentimientos, pensamientos o situaciones que, por miedo o vergüenza, el niño puede abstenerse de compartir con el terapeuta, pero con los que siente mas cómodo comunicándose a través del perro.
Este coterapeuta no solo actúa como un canal de comunicación, también se convierte en un recurso poderoso que permite al terapeuta construir una narrativa en las que las experiencias del niño se proyectan sobre el perro, facilitando así la exploración de eventos de su vida que han sido muy dolorosos o insuficientemente abordados.
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